Fascinados por Jesús para fascinar a otros de su amor

La evangelización da a conocer a Jesús como el Señor que nos revela al Padre y nos comunica al Espíritu[1], con este espíritu nos envía a anunciar la Buena Nueva y a proclamar la Gracia a todas las personas, ya que la salvación no es don individual, pues “Dios ha querido formar un pueblo, una Iglesia, un Reino”[2], Es fundamental entender la evangelización como un proceso dinámico, integral y sistemático que implica a la persona en su totalidad y que se vive en la dinámica de la Iglesia primitiva: “Del anuncio a la celebración que es participación de la vida en Cristo por el Espíritu y de donde brotará el testimonio de amor, solidaridad y servicio, personal y comunitario, que hace posible con las palabras y obras la vocación de ser: “Discípulos y misioneros de Cristo, Camino, Verdad y Vida, para que nuestros pueblos tengan vida en El”[3]

Jesús nos llama para para estar con él, para que contemos lo que hemos visto y oído. Esta es la misión. Jesús no nos ha enseñado una teoría, una doctrina hermosa, ni esotérica, sólo para iniciados, sino su manera de vivir, su restauración de toda la persona humana. Cuando el señor llama a estar con él lo hace con una finalidad. Tras la llamada y el seguimiento que va construyendo la vida del discípulo y configurándola de manera determinada, está el envío, la misión.

Los discípulos son devueltos al medio del que salieron, pero con una nueva identidad y una nueva misión… no regresan para hacer lo mismo. Él envío es uno de los rasgos más característico del discípulo de Jesús. “Y para enviarlos a predicar” (Mc. 3,14). La misión ha sido siempre característica de la Iglesia.

Los jóvenes tienen la tarea de recuperar el estilo de misión de los primeros evangelizadores. Desde la experiencia profunda del Señor. “Lo que hemos visto y oído en lo referente al Verbo de la Vida”. “Dar constancia no de lo que se sabe, sino de lo que se tiene y experimenta, recobrar la ilusión por transmitir la verdad que es la vida que ellos han visto, que han recibido como un regalo para anunciar a los demás”[4].

Como Iglesia la Juventud tiene una misión especial, como afirman los obispos en Medellín. “La juventud es el símbolo de la Iglesia llamada a una constante renovación de sí misma a un incesante rejuvenecimiento”[5]. Por eso esta misma juventud debe profundizar el “conocimiento y sentido de pertenencia a la Iglesia, liberadora y profética y fortalecer su amor y compromiso de renovarla
constantemente”[6].

Fonte: Ana Iris Vásquez Severino